miércoles, 22 de abril de 2009

Ójala que llueva café en el campo

Al hilo de sustancias alucinógenas y/o excitantes que abrimos con el anterior post, éste toca de una de éstas últimas. El maldito y adictivo café.

De pequeño lo odiaba, era empezar a oler ese aroma fragante que dice "cameeeelo" por toda la casa y me entraban ganas de echar a correr, así que me iba al salón a ver el programa semanal de "¿Qué apostamos?" que me grababan los viernes. Y mis comienzos fueron como quien empieza con una droga. La primera vez que lo tomas te entra como si fuera una mezcla de lejía y Cillit Bang, y si está recién hecho, entonces ya es como petróleo. Notas como va bajando lentamente el esófago y se te empieza a contraer el estómago sólo de pensar el asfalto líquido humeante que le va a llegar en breves momentos. Total, que piensas que la gente que lo toma tiene un extraño gen sadomasoquista que le lleva a tomar ese mejunje art-attack (sí, otro de los programas que veía en la tele los sábados por la mañana, y sí, al igual que a vosotros, odiaba al Cabezón y al presentador porque todo les salía bien mientras que el resultado de mis manualidades se evaluaba de desastroso a hecatombe, jajaja) que da a su esmalte dental un sano color amarillento y deja un inconfundible saborzuelo que por muchos chicles que mastiques, seguirá ahí.

Pero empezó la carrera. Empezaron las sentadas a las 4 de la tarde. Las prácticas a las 4 de la tarde. Y ahí estaba yo, que me dormía mis dos horas reglamentarias de siesta vespertina (para dormirme diez minutos, no hago el esfuerzo de tumbarme, jajaja, además, que si duermo menos me levanto con instinto asesino), pensando cómo afrontar aquello. Y recordé que por reyes habíamos comprado una cafetera de estas pequeñitas, y digo, oye, por probar no pasa nada... Y aquello dio gusto, un subidón de adrenalina o la hormona que sea, concentrado, que no me movía del asiento de la biblioteca, y por supuesto, con música, siempre con música. Así que los días se fueron sucediendo, y hasta hoy, que cae café por la mañana sí o sí; y por la tarde en función de lo que haga; y se nota cómo la perranganería (vocablo by Vp) te invade cuando se te ha olvidado el café. Mi hermana y yo nos hemos apropiado de la cafetera pequeña, la tenemos que no da a basto, y el día que se nos rompa, o compramos otra, o nos quedamos con la Nespresso de C.

2 comentarios:

  1. Pues a mi no me gusta el café.

    sabes a quien si? A las chicas gilmore, a las dos.... seguro que te encantaria la serie... pero o quieres intentarlo

    Ahora comentame tu a mi XD

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  2. Eres Vianor??? :S
    A mí tampoco me gustaba el café, pero oye, todos acabamos cayendo, ahora puedo tomarme el capuccino sabor vainilla xD
    No sé, con eso de que mezcla café y cacao no se nota tanto el café :P


    (soy Lu)

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